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Literatura Joven de la Región del Bío Bío
Escritores Noveles Pronto
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I N V I T A C I O N E S
1.- A quiénes han sido invitados/as a formar parte del Taller Literario Juvenil y que no pudieron llegar el sábado pasado, se les comunica que el horario definitivo del taller será los días Sábados, entre 11 y 13 hrs. en Juan de Dios Rivera 1364, Concepción. Recordamos que dirige esta actividad el escritor César Valdebenito, y que la producción en este espacio se hará en la Revista Click! y también en medios electrónicos.
2.- A quienes les interese participar en el Taller Literario Virtual: "Edén y Lujuria" los convocamos a integrarse entregando sus comentarios, opiniones y reflexiones sobre los textos publicados y además, pueden enviar sus propios textos a este Blog.
el que se desarrollará durante este año los días Martes, a partir de las 19 hrs. en la Sala 1, en Juan de Dios Rivera 1364 (entre Paicaví y Janequeo), Concepción.
Mayores consultas, llamar al 2 911954 o 2 911949 y contactar a Yésica Venega
2.- A quienes les interese participar en el Taller Literario Virtual: "Edén y Lujuria" los convocamos a integrarse entregando sus comentarios, opiniones y reflexiones sobre los textos publicados y además, pueden enviar sus propios textos a este Blog.
3.-Se encuentra abierta la participación gratuita en nuestro taller,
el que se desarrollará durante este año los días Martes, a partir de las 19 hrs. en la Sala 1, en Juan de Dios Rivera 1364 (entre Paicaví y Janequeo), Concepción.
Mayores consultas, llamar al 2 911954 o 2 911949 y contactar a Yésica Venega
Créditos BLOG
- Creación y diseño - Yésica Venega
- Edición de Textos César Valdebenito y Yésica Venega
- Fotografía: Yésica Venega
- Imágenes sin autoría señalada son de propiedad de terceros
- Afiches, diseño material Revista Click! Yésica Venega
Enlaces Literarios
Nuevas Talleristas Año 2006
- César Valdebenito - Director Taller Literario
- Paula Carvajal, Crítica Literaria
- Clara Gutiérrez, Cuentos
- Marisol Montero, Cuentos
- Alicia Ojeda, Poesía y Crítica Literaria
Nuevos Talleristas 2005
- César Valdebenito - Director Taller Literario
- César Sánchez, cuentos
- Marcelo Contreras, cuentos
- Marta Tapia, poesía
talleristas año 2004
- César Valdebenito - Director Taller Literario
- Jeannette Suárez, Poesía
- Cecilia Moncada, Poesía y Teatro
- Natalie Araneda, poesía
- Alexis Vidal, Poesía
- David Muñoz, Poesía
- Mabel Arias, poesía
- Juan Carlos Nova, poesía
- Yésica Venega, cuentos y poesía
- Aída Mella, crítica Literaria
- María Fierro, cuentos
- Emma Moncada, poeta
Director Taller Literario Año 2007
César Valdebenito
Noveles de nuestra región
- Marcelo Contreras Prams, nacido en el sur, se radica en Concepción cuando llega a estudiar Ciencias Físicas en la UDEC. El 2002 participa en Taller Literario de su universidad; el 2005 ingresa al Taller Literario Escritos desde una casa amarilla, Fundación TPH y continúa el 2006 en el mismo taller que en la actualidad se llama "Edén y Lujuria". Hasta el momento sus poemas y cuentos se han publicado en la Revista Literaria Click! de la fundación mencionada. Tiene en proyecto hacer una primera publicación en diciembre del presente año.
- César Valdebenito, escritor. Ha publicado los libros de poema: ¨El Jardín¨,¨Urnas o Réquiem a la Palabra¨, El Libro Objeto ¨La Muerte de Bukowsky¨ y la afamada antología ¨Poetas Chilenos Jóvenes¨. Ha dictado numerosos talleres literarios entre los que destaca para alumnos de la Universidad de Concepción ¨Una temporada en el Inferno¨ y el de la Universidad del Bío Bío ¨Poetas para un Nuevo Siglo¨. Ha dirigido distintas publicaciones culturales de poesía y arte.
- Vladimir Fierro, Escritor, bioquímico, ha publicado en el Diario El Amante de la China del Norte, Revista Quiltro, participante de diversos talleres literarios, entre los que destaca "Porque esta es mi mala sangre" de la Universidad de Concepción
- Rodrigo Palominos, Poeta penqusta de amplia trayectoria, participa durante todo el año 200 en el Taller de Poesía "Seminario de Creación Poética" dictado por Gonzalo Rojas en la Pinacoteca de la Universidad de Concepción, organizado por la Dirección de Extensión de dicha universidad. El 2002 integra el Taller de Poesía dictado por Omar Lara, en la Facultad de Arte y de Humanidades y el 2003 el Taller de Poesía dictado por Tulio Mendoza, en la misma facultad. El 2004, junto al escritor César Valdebenito, editan la Revista "Quiltro", auspiciada por la Dirección de Extensión de su casa de estudios. De sus publicaciones, el 2002 aparecen sus poemas en la Antología "Catorce" editada por la Dirección de Extensión de la UDEC; el 2004 aparecen sus poemas publicados en la Revista "Trilce" editada por Omar Lara; el 2006 aparecen en la Antología "Selección Nueva Poesía 2006", editada por la Fundación Nueva Poesía. Finalmente, ha obtenido los siguientes galardones: 2001, 1ª Mención Honrosa en el Concurso de Poesía "Gonzalo Rojas", cuyo jurado estuvo integrado por Tulio Mendoza, Gonzalo Millán y Gonzalo Rojas, Concurso organizado también por la Dirección de Extensión de la UDEC. El 2006 obtiene Mención Honrosa en el Concurso Nacional de Poesía "Carlos Pezoa Véliz", cuyo jurado estuvo integrado por Raúl Zurita, Javier Bello, Teresa Calderón, Delia Domínguez y Naín Nómez, Concurso organizado por Fundación Nueva Poesía.
Cuento Ganador, Género Narrativa, Categoría entre 12 y 17 años
CARTA
De M.N.K.
A Susana, la amiga de mis mejores años.
En particular, por lo que a mí concierne, Susana, puedes hacer lo que te plazca, puedes incluso volverte una ramera. Pero hazme un favor: no intentes enseñarme lo que es una ramera. Crecí entre ellas y las conozco muy bien. Puede que te sorprenda oírme decir que una ramera es fundamentalmente muy positiva, posee muchas características nobles, y a su modo de ver las cosas hay numerosos aciertos que extrajo directamente de la vida y el sufrimiento. Pero el dinero está profundamente arraigado en su tradición. ¿Qué puedo decirte, Susana? Será mejor que te detengas aquí.. Tómate un pequeño descanso. Enciende un cigarro. Deja que tu mirada gris vague un poco sobre la página. El vacío encuentra el vacío. Luego intenta concentrarte y lee lo que sigue con la misma severidad quirúrgica con que analizas el texto de un nihilista (en muchos sentidos lo soy) o mira cada palabra como si esto fuera sólo un consejo dócil y sutil y no un virulento sermón. No te estoy engañando, Susana. Ser una ramera innata no es fácil. Y sin embargo, eso es lo que siempre te gustó hacerme creer y eso (en algún sentido) es lo que amaba de ti. No es que no vendieras tu tiempo de madrugadas, de tardes y de noches, es que sencillamente no eras la ramera INNATA, es decir, aquella que vende, y al final ofrenda hasta el último sentimiento de amor que le queda en el cuerpo. Tu diabólico talento no tiene límites para la invención y mi diabólico talento no tiene límites para desenmascararte. Es lo que nos gustaba a ambos. En este punto ¡Hubiera sido, quizá, una bendición para ti aprender la lección por la vía dura: que cada acción tiene sus recompensas y castigos, aunque no siempre hay justicia y hay un juez? ¿O no caer en el hábito de pensar que todo está permitido en la vida? Y, naturalmente, soy un escritor, es decir, uno entre miles, alguien que piensa que la vida consiste en matar l tiempo con disparates, ingenuidades, demencias y sandeces. Confieso mi pecado, hoy, Susana. Y sin embargo, te ufanas de ofrecer tu cuerpo como una bagatela. En mi humilde opinión no soy quién debe estar en contra de eso, al contrario, te doy un aplauso (sino una caja de champagne). Pero al mismo tiempo estoy seguro que tú, antes de reconocer ese desliz (lo que los dos sabemos, Susana es un desliz) preferirías morir. Siempre has sido terca como una mula. Piensas que lo hecho no puede deshacerse. Y ahora, al leer esto, debes estar destrozada y bastante confundida. Sólo ayer dijiste que sigo siendo un cobarde y que soy incapaz de escribir esta carta. ¿Cómo explicar tu particular devoción a la publicidad? Decías que nunca te había escrito una línea ni siquiera para insultarte. Que te jodan, Susana! Pero aún así yo te pediría algo de seriedad, y que, en fin, no me olvides. Tú has quedado en mi vida y te has incrustado en mi alma como un clavo oxidado sin cabeza y parece que yo también estoy incrustado en ti. Por suerte escribo esto y antes de poner cada letra me pregunto: ¿Para qué? ¿Con qué sentido? ¿Qué significa esta mutua bofetada, error, idolatría?
Cariños, Susana.
De M.N.K.
A Susana, la amiga de mis mejores años.
En particular, por lo que a mí concierne, Susana, puedes hacer lo que te plazca, puedes incluso volverte una ramera. Pero hazme un favor: no intentes enseñarme lo que es una ramera. Crecí entre ellas y las conozco muy bien. Puede que te sorprenda oírme decir que una ramera es fundamentalmente muy positiva, posee muchas características nobles, y a su modo de ver las cosas hay numerosos aciertos que extrajo directamente de la vida y el sufrimiento. Pero el dinero está profundamente arraigado en su tradición. ¿Qué puedo decirte, Susana? Será mejor que te detengas aquí.. Tómate un pequeño descanso. Enciende un cigarro. Deja que tu mirada gris vague un poco sobre la página. El vacío encuentra el vacío. Luego intenta concentrarte y lee lo que sigue con la misma severidad quirúrgica con que analizas el texto de un nihilista (en muchos sentidos lo soy) o mira cada palabra como si esto fuera sólo un consejo dócil y sutil y no un virulento sermón. No te estoy engañando, Susana. Ser una ramera innata no es fácil. Y sin embargo, eso es lo que siempre te gustó hacerme creer y eso (en algún sentido) es lo que amaba de ti. No es que no vendieras tu tiempo de madrugadas, de tardes y de noches, es que sencillamente no eras la ramera INNATA, es decir, aquella que vende, y al final ofrenda hasta el último sentimiento de amor que le queda en el cuerpo. Tu diabólico talento no tiene límites para la invención y mi diabólico talento no tiene límites para desenmascararte. Es lo que nos gustaba a ambos. En este punto ¡Hubiera sido, quizá, una bendición para ti aprender la lección por la vía dura: que cada acción tiene sus recompensas y castigos, aunque no siempre hay justicia y hay un juez? ¿O no caer en el hábito de pensar que todo está permitido en la vida? Y, naturalmente, soy un escritor, es decir, uno entre miles, alguien que piensa que la vida consiste en matar l tiempo con disparates, ingenuidades, demencias y sandeces. Confieso mi pecado, hoy, Susana. Y sin embargo, te ufanas de ofrecer tu cuerpo como una bagatela. En mi humilde opinión no soy quién debe estar en contra de eso, al contrario, te doy un aplauso (sino una caja de champagne). Pero al mismo tiempo estoy seguro que tú, antes de reconocer ese desliz (lo que los dos sabemos, Susana es un desliz) preferirías morir. Siempre has sido terca como una mula. Piensas que lo hecho no puede deshacerse. Y ahora, al leer esto, debes estar destrozada y bastante confundida. Sólo ayer dijiste que sigo siendo un cobarde y que soy incapaz de escribir esta carta. ¿Cómo explicar tu particular devoción a la publicidad? Decías que nunca te había escrito una línea ni siquiera para insultarte. Que te jodan, Susana! Pero aún así yo te pediría algo de seriedad, y que, en fin, no me olvides. Tú has quedado en mi vida y te has incrustado en mi alma como un clavo oxidado sin cabeza y parece que yo también estoy incrustado en ti. Por suerte escribo esto y antes de poner cada letra me pregunto: ¿Para qué? ¿Con qué sentido? ¿Qué significa esta mutua bofetada, error, idolatría?
Cariños, Susana.
Antonieta Adams
La vida de Antonieta Adams. Por Yésica Venega
Angie me parece fresca y liviana. Como quien transita la vida desde la levedad. Observa mi cigarrillo con las ansias de quién ha dejado recién de fumar. Ha apostado con una amiga (anteayer en la noche, a las 12 en punto) a dejarlo al mismo tiempo y que la recaída de cualquiera les costará la frondosa mata de cabellos que al menos se aprecia en ella. Tiene 20 años (también los celebró ayer en la intimidad de la familia) y se observa a sí misma como una persona afortunada. Estudia en la UC una carrera que le gusta y en la que le va bien. Naturalmente, ríe porque sus preferencias académicas siempre fueron por otro carril. El inglés, claro, podría permitirle una beca para irse a la tierra de Whitman.
Apenas con 7 años escribe sus primeros cuentos, narrativas interminables de palabras pegadas hoja tras hoja. También se hizo amante de la lectura. Así como una niña quiere ser profesora o un niño bombero, ella quiere ser escritora. Piensa que la literatura la buscó, la buscó y la encontró finalmente. Como a muchos ocurre, su poesía se acumula por ahí y sólo ella la lee (mal que mal ¿quién no escribe poesía a los 16 años en este país?). En su caso, sin embargo, mantenía contacto con la poeta Nelly Peñailillo, quién leyó un par de cuentos que consideró de calidad y la contactó con su editorial. A los 18 años es autora del libro "El proyecto Crac: Cuentos Grises", 4 relatos editados el 2005, que también como a muchos ocurre, se quedaron olvidados en algún rincón. Lo que es inolvidable de esta experiencia temprana, no obstante, es la motivación y seguridad que le generan las palabras de la editora cuando decide publicarla: un diamante en bruto, la dicen y le cambió la perspectiva y le borró las dudas de que si servía o si había nacido para escribir. El año 2006 gana el 1er lugar en el Concurso Literario de su universidad con el cuento "Amaneceres". Acaba de ganar el premio único en Narrativa, categoría 18 a 24 años del Concurso Literario 2007 "De Ideas y Palabras: Poesía y Narrativas Juveniles de la Región del Bío Bío" con el cuento "El Ultimo Viaje".
De estilo romántico, fatalista, ve la muerte como objeto de reflexión. En la literatura busca narrar la búsqueda de equilibrio, armonía que una vez lograda traspasa a través de sus cuentos como "pasar la pelota", desafiar a otras personas a hacer sus propias búsquedas para mejorar el mundo.
Agradecida de la vida, su familia y pareja dibujan sus discursos. Le agradaría que los ambientes literarios fueran menos "egoístas". Personalmente gusta de los espacios compartidos, abiertos, dónde otras personas puedan aprovechar el arte. Especialmente le agradan las iniciativas dónde niños y niñas pueden tener oportunidades para que se atrevan.
Apenas con 7 años escribe sus primeros cuentos, narrativas interminables de palabras pegadas hoja tras hoja. También se hizo amante de la lectura. Así como una niña quiere ser profesora o un niño bombero, ella quiere ser escritora. Piensa que la literatura la buscó, la buscó y la encontró finalmente. Como a muchos ocurre, su poesía se acumula por ahí y sólo ella la lee (mal que mal ¿quién no escribe poesía a los 16 años en este país?). En su caso, sin embargo, mantenía contacto con la poeta Nelly Peñailillo, quién leyó un par de cuentos que consideró de calidad y la contactó con su editorial. A los 18 años es autora del libro "El proyecto Crac: Cuentos Grises", 4 relatos editados el 2005, que también como a muchos ocurre, se quedaron olvidados en algún rincón. Lo que es inolvidable de esta experiencia temprana, no obstante, es la motivación y seguridad que le generan las palabras de la editora cuando decide publicarla: un diamante en bruto, la dicen y le cambió la perspectiva y le borró las dudas de que si servía o si había nacido para escribir. El año 2006 gana el 1er lugar en el Concurso Literario de su universidad con el cuento "Amaneceres". Acaba de ganar el premio único en Narrativa, categoría 18 a 24 años del Concurso Literario 2007 "De Ideas y Palabras: Poesía y Narrativas Juveniles de la Región del Bío Bío" con el cuento "El Ultimo Viaje".
De estilo romántico, fatalista, ve la muerte como objeto de reflexión. En la literatura busca narrar la búsqueda de equilibrio, armonía que una vez lograda traspasa a través de sus cuentos como "pasar la pelota", desafiar a otras personas a hacer sus propias búsquedas para mejorar el mundo.
Agradecida de la vida, su familia y pareja dibujan sus discursos. Le agradaría que los ambientes literarios fueran menos "egoístas". Personalmente gusta de los espacios compartidos, abiertos, dónde otras personas puedan aprovechar el arte. Especialmente le agradan las iniciativas dónde niños y niñas pueden tener oportunidades para que se atrevan.
Cuento Ganador Género Narrativa, Categoría 18 a 24 años
El Último Viaje. Antonieta Adams
Con la sonrisa inocente que hacía menos notorios los golpes, los ojos hinchados y la mugre, jugaba con un tren que tenía la pintura descascarada y muchos muñequitos de añosa madera que con la cara pintada de alegría aplacaban la triste realidad. Sin detenerse a pensar en eso, el pequeño niño sonreía con la ilusión de tiempos más felices que esperaba que llegaran con la magia de la navidad. Los luminosos ojitos minuciosamente pintados a mano se opacaban ante la realidad que observaban a diario desde la repisa ubicada frente a la cama. Cuánto desearon llorar esas caritas artificiales al no poder reparar las injusticias…
Se sentó en el suelo entre los juguetes desparramados. Tomó el tren y lo hizo girar despacito sobre las ruedas a su alrededor una y otra vez. De un momento a otro se llenó de pasajeros alegres. El riel estaba sumido en medio de un extenso campo floreado que se unía en el horizonte a un infinito cielo calipso (ni una sola nube entorpecía la vista). Los rayitos de sol iluminaban la sonrisa y los ojitos que ya por su parte brillaban con luz propia.
Él era un pasajero más, el más chiquitito, quien recibía las atenciones y cariños de todos. Le ofrecían dulces de esos que veía en los mostradores de las tiendas pero que no se atrevía a siquiera imaginar degustarlos, pues el miedo a la reacción violenta que su padre tendría al encontrarlo comiendo esas porquerías lo hacía palidecer. Pero como se había quedado en la estación junto al miedo, saboreaba chocolates, calugas y caramelos de todo tipo, guardando en su bolsillo -el que no estaba roto- los papeles de los más diversos y brillantes colores. Agradecía con la paz de su sonrisa.
De pronto, un ruido de fierros. El tren comenzó a subir… A subir, a subir. Interrumpió la armonía del cielo infinito.
Los pasajeros se asomaban asombrados por las ventanas observando el maravilloso manto multicolor de flores que estaban dejando atrás. El vientecillo que entraba hacía que los ojos grises del pasajero más chiquito se cerraran. La curiosidad y la emoción por lo desconocido crecieron, el corazón latía más rapidito. La brisa lo ahogaba tiernamente y reía… Reía, reía. Reía como en la realidad nunca pudo hacerlo.
Una mano tocó su hombro delicadamente. Abrió los ojos y vio a una mujer vestida de blanco con un halo angelical. Corrió a su regazo, la abrazó fuerte y le pidió que no lo dejara solito de nuevo. Ella lo besaba y abrazaba sólo como una madre lo hace.
Juguetona, se asomó a la ventana y el viento acariciaba su cabellera de seda. Miraba desde afuera a los ojitos lindos que de ella había heredado. Entendiendo la invitación, el niño se arrimó a ella apretando su cintura.
"Uno… Dos… ¡Tres!". Se dejaron caer al vacío embelesados por el aroma a primavera. El tren siguió subiendo hasta perderse mientras caían riendo por las cosquillas que el viento les hizo al penetrar sus ropas y los pájaros acompañaron su vuelo en son de paz mientras cada pluma envidió la blancura que emanaba el amor presente entre la madre y el hijo.
Los pájaros se remontaron hacia las alturas cuando cayeron en medio de las flores para que las mil mariposas que salieron de su escondite les dieran la bienvenida. Rieron durante horas y horas.
Después de ese agotador viaje, el infante se quedó dormido entre la vegetación y los brazos de su madre.
Los muñecos lo miraban conmovidos. No eran capaces de entender el porqué del daño a esa criatura inofensiva que vivía entre la mugre, las telas de araña y la tristeza, mientras él, dormido en el suelo entre los juguetes desparramados, soñaba con la sonrisa de su madre. Lloraban en silencio lágrimas de aserrín.
Entró a la habitación el ogro gordo, maloliente y despeinado, el rey del lugar; atropellando a su paso a cuanto muñeco se le cruzó por el camino, provocando el terror de toda la comunidad de madera. Al verlo, los horrorizados muñecos que estaban más cerca del angelical cuerpecito intentaban cubrirlo y esconderlo, pero sus articulaciones no respondían a sus decisiones. No querían volver a ver la escena macabra y aberrante del día anterior. De los días anteriores.
El ver a su hijo dormido en el suelo fue suficiente para desatar la furia del mounstro, quien ante la mirada atónita de todos los juguetes tomó al niño bruscamente de un brazo. Se despertó inmediatamente con el corazón latiendo a mil por minuto. Su padre le gritó, lo zamarreó y golpeó brutalmente. El llanto y los gritos desgarradores inundaron la habitación de pánico. Los muñequitos no hacían más que intentar moverse, arrancar, desear ser humanos por única vez y hacer justicia por sus propias manos. ¡Qué más podían hacer!
Satisfecho con el ataque y convencido del aprendizaje propinado a su hijo, el cruel y abusador progenitor dio un portazo campante como si nada hubiese sucedido.
El pequeño permaneció unos instantes tirado en el suelo abatido y tiritando, con heridas en el rostro y en la piel de las cuales ni la sangre se atrevía a brotar producto del miedo.
Un silencio abismal se produjo en la habitación. El murmullo de los juguetes se paralizó. La angustia hizo que los muñecos se secaran y lentamente se descascaron sus pinturas de colores.
Con un angustioso quejido se arrastró sobre los juguetes rotos. Se detuvo con lágrimas en los ojos que apenas podía abrir al contemplar el tren partido por la mitad producto de una pisada maldita. El medio de transporte con ida hacia el infinito estaba roto al igual que su corazón que recordaba el último viaje.
Siguió arrastrándose ante la mirada atónita de los muñecos polvorientos de lágrimas hacia la caja de música que se había salvado de los zapatos torturadores. La tomó con las dos manos. Le dio cuerda. La melodía armoniosa que salía de ella interrumpió el silencio y emulsionó el ambiente.
Los juguetes se dejaban caer desmayados de la impresión y la angustia sin poder soportar las imágenes que se veían. El escenario era demasiado escalofriante para ser real. Y mientras la música sonaba, el dulce angelito continuó arrastrándose intentando no manchar con sangre los maderos del suelo y evadiendo las asperezas que pudieran acrecentar el dolor de los moretones que tenía por todo el cuerpo.
Intentó ponerse de pie para recostarse en la cama como correspondía – como su padre lo hubiese querido – y cerró los ojitos bien fuerte. La música calmaba un poco el acelerado corazón.
Tres grises bailarinas un poco neblinosas que iluminaban todo con sus trajes blanco invierno aparecieron danzando por la habitación, tal como la bailarina de porcelana fina que traía la cajita y que sostenía en la mano y apegaba a su pecho. Sus rígidos rostros esquivaban la mirada entre sí para no romper en llanto.
Entre la confusión de lo que parecía un sueño apareció una dama vestida de negro y con la mirada profunda en el umbral de la puerta. Se le acercó moviendo la cabeza de un lado a otro. Los muñecos no entendían que pasaba.
Llegó a la cama del niño que suspiraba al son de la música. Cuando la vio, le preguntó dónde se habían ido las bailarinas. Habían huido para no ser vistas llorando, pero la dama no le respondió. Le puso una mano en la frente para alivianarle la fiebre que tenía de tanto llorar. Luego la puso sobre las heridas para hacerlas menos dolorosas. Acurrucó al niño en sus brazos. Con los ojitos cerrados, murmuró despacio "¿Mamá?" y suspiró por última vez. Lo tapó con su manta y se lo llevó al ritmo de la cajita musical que se había vuelto lúgubre mientras los muñecos juntitos unos con otros, abrazaditos, muertos de pena otra vez caían poco a poco vueltos aserrín.
Con la sonrisa inocente que hacía menos notorios los golpes, los ojos hinchados y la mugre, jugaba con un tren que tenía la pintura descascarada y muchos muñequitos de añosa madera que con la cara pintada de alegría aplacaban la triste realidad. Sin detenerse a pensar en eso, el pequeño niño sonreía con la ilusión de tiempos más felices que esperaba que llegaran con la magia de la navidad. Los luminosos ojitos minuciosamente pintados a mano se opacaban ante la realidad que observaban a diario desde la repisa ubicada frente a la cama. Cuánto desearon llorar esas caritas artificiales al no poder reparar las injusticias…
Se sentó en el suelo entre los juguetes desparramados. Tomó el tren y lo hizo girar despacito sobre las ruedas a su alrededor una y otra vez. De un momento a otro se llenó de pasajeros alegres. El riel estaba sumido en medio de un extenso campo floreado que se unía en el horizonte a un infinito cielo calipso (ni una sola nube entorpecía la vista). Los rayitos de sol iluminaban la sonrisa y los ojitos que ya por su parte brillaban con luz propia.
Él era un pasajero más, el más chiquitito, quien recibía las atenciones y cariños de todos. Le ofrecían dulces de esos que veía en los mostradores de las tiendas pero que no se atrevía a siquiera imaginar degustarlos, pues el miedo a la reacción violenta que su padre tendría al encontrarlo comiendo esas porquerías lo hacía palidecer. Pero como se había quedado en la estación junto al miedo, saboreaba chocolates, calugas y caramelos de todo tipo, guardando en su bolsillo -el que no estaba roto- los papeles de los más diversos y brillantes colores. Agradecía con la paz de su sonrisa.
De pronto, un ruido de fierros. El tren comenzó a subir… A subir, a subir. Interrumpió la armonía del cielo infinito.
Los pasajeros se asomaban asombrados por las ventanas observando el maravilloso manto multicolor de flores que estaban dejando atrás. El vientecillo que entraba hacía que los ojos grises del pasajero más chiquito se cerraran. La curiosidad y la emoción por lo desconocido crecieron, el corazón latía más rapidito. La brisa lo ahogaba tiernamente y reía… Reía, reía. Reía como en la realidad nunca pudo hacerlo.
Una mano tocó su hombro delicadamente. Abrió los ojos y vio a una mujer vestida de blanco con un halo angelical. Corrió a su regazo, la abrazó fuerte y le pidió que no lo dejara solito de nuevo. Ella lo besaba y abrazaba sólo como una madre lo hace.
Juguetona, se asomó a la ventana y el viento acariciaba su cabellera de seda. Miraba desde afuera a los ojitos lindos que de ella había heredado. Entendiendo la invitación, el niño se arrimó a ella apretando su cintura.
"Uno… Dos… ¡Tres!". Se dejaron caer al vacío embelesados por el aroma a primavera. El tren siguió subiendo hasta perderse mientras caían riendo por las cosquillas que el viento les hizo al penetrar sus ropas y los pájaros acompañaron su vuelo en son de paz mientras cada pluma envidió la blancura que emanaba el amor presente entre la madre y el hijo.
Los pájaros se remontaron hacia las alturas cuando cayeron en medio de las flores para que las mil mariposas que salieron de su escondite les dieran la bienvenida. Rieron durante horas y horas.
Después de ese agotador viaje, el infante se quedó dormido entre la vegetación y los brazos de su madre.
Los muñecos lo miraban conmovidos. No eran capaces de entender el porqué del daño a esa criatura inofensiva que vivía entre la mugre, las telas de araña y la tristeza, mientras él, dormido en el suelo entre los juguetes desparramados, soñaba con la sonrisa de su madre. Lloraban en silencio lágrimas de aserrín.
Entró a la habitación el ogro gordo, maloliente y despeinado, el rey del lugar; atropellando a su paso a cuanto muñeco se le cruzó por el camino, provocando el terror de toda la comunidad de madera. Al verlo, los horrorizados muñecos que estaban más cerca del angelical cuerpecito intentaban cubrirlo y esconderlo, pero sus articulaciones no respondían a sus decisiones. No querían volver a ver la escena macabra y aberrante del día anterior. De los días anteriores.
El ver a su hijo dormido en el suelo fue suficiente para desatar la furia del mounstro, quien ante la mirada atónita de todos los juguetes tomó al niño bruscamente de un brazo. Se despertó inmediatamente con el corazón latiendo a mil por minuto. Su padre le gritó, lo zamarreó y golpeó brutalmente. El llanto y los gritos desgarradores inundaron la habitación de pánico. Los muñequitos no hacían más que intentar moverse, arrancar, desear ser humanos por única vez y hacer justicia por sus propias manos. ¡Qué más podían hacer!
Satisfecho con el ataque y convencido del aprendizaje propinado a su hijo, el cruel y abusador progenitor dio un portazo campante como si nada hubiese sucedido.
El pequeño permaneció unos instantes tirado en el suelo abatido y tiritando, con heridas en el rostro y en la piel de las cuales ni la sangre se atrevía a brotar producto del miedo.
Un silencio abismal se produjo en la habitación. El murmullo de los juguetes se paralizó. La angustia hizo que los muñecos se secaran y lentamente se descascaron sus pinturas de colores.
Con un angustioso quejido se arrastró sobre los juguetes rotos. Se detuvo con lágrimas en los ojos que apenas podía abrir al contemplar el tren partido por la mitad producto de una pisada maldita. El medio de transporte con ida hacia el infinito estaba roto al igual que su corazón que recordaba el último viaje.
Siguió arrastrándose ante la mirada atónita de los muñecos polvorientos de lágrimas hacia la caja de música que se había salvado de los zapatos torturadores. La tomó con las dos manos. Le dio cuerda. La melodía armoniosa que salía de ella interrumpió el silencio y emulsionó el ambiente.
Los juguetes se dejaban caer desmayados de la impresión y la angustia sin poder soportar las imágenes que se veían. El escenario era demasiado escalofriante para ser real. Y mientras la música sonaba, el dulce angelito continuó arrastrándose intentando no manchar con sangre los maderos del suelo y evadiendo las asperezas que pudieran acrecentar el dolor de los moretones que tenía por todo el cuerpo.
Intentó ponerse de pie para recostarse en la cama como correspondía – como su padre lo hubiese querido – y cerró los ojitos bien fuerte. La música calmaba un poco el acelerado corazón.
Tres grises bailarinas un poco neblinosas que iluminaban todo con sus trajes blanco invierno aparecieron danzando por la habitación, tal como la bailarina de porcelana fina que traía la cajita y que sostenía en la mano y apegaba a su pecho. Sus rígidos rostros esquivaban la mirada entre sí para no romper en llanto.
Entre la confusión de lo que parecía un sueño apareció una dama vestida de negro y con la mirada profunda en el umbral de la puerta. Se le acercó moviendo la cabeza de un lado a otro. Los muñecos no entendían que pasaba.
Llegó a la cama del niño que suspiraba al son de la música. Cuando la vio, le preguntó dónde se habían ido las bailarinas. Habían huido para no ser vistas llorando, pero la dama no le respondió. Le puso una mano en la frente para alivianarle la fiebre que tenía de tanto llorar. Luego la puso sobre las heridas para hacerlas menos dolorosas. Acurrucó al niño en sus brazos. Con los ojitos cerrados, murmuró despacio "¿Mamá?" y suspiró por última vez. Lo tapó con su manta y se lo llevó al ritmo de la cajita musical que se había vuelto lúgubre mientras los muñecos juntitos unos con otros, abrazaditos, muertos de pena otra vez caían poco a poco vueltos aserrín.
Sobre nuestra iniciativa: Literatura Joven de la Región del Bío Bío
Palabras del escritor César Valdebenito publicadas en Revista Literaria Click! nº 5
"De qué manera los jóvenes leen literatura y luego escriben? Cuál es la
herramienta o el medio utilizado por los estudiantes para acercarse a sus
autores preferidos? En estos días tan mediáticos y perturbadores, con qué
cuidado se hacen cómplices de la ficción, la poesía, el cuento? Un concurso
literario es siempre una apuesta para motivar, incentivar y abrir las ventanas
de la creación y si se enriquece con una Comunidad Literaria virtual con la
implementación de un Blog (con su gran capacidad para informar con la misma
facilidad con que entretiene), y aún más, si le sumo una revista y un taller
literario que favorezca el intercambio de experiencias, sin concesiones, entre
escritores noveles, advenedizos y mayores; el cóctel puede ser explosivo. No es
un riesgo apostar a que dentro de 30 y hasta de 300 años estas estrategias serán
invaluables para los estudiosos de la literatura del siglo XXI. Mi aspiración es
que alguno de los participantes me acompañe a ser parte de los profetas
distinguidos de una cultura sin raíces, figuras internacionales que blanden la
pluma en el papel, chicos invisibles de una leyenda por vivir, para que juntos
convirtamos literatura en leyenda y la leyenda en literatura, (y la literatura y
leyenda en vida). No hay prueba de que esto no se convierta en una gresca
maravillosa. Somos huéspedes de la vida, no sabemos por qué nacimos, no elegí
ser uno de la turba de lémures llevándose su tema junto al mar para destruirlos
junto a ellos.
Participar en un concurso y en una comunidad literaria
virtual, a fin de cuentas, es llegar a ese territorio real, concreto de los
sueños y ficciones, donde felizmente, deberé motivar a alguno a cometer sus
propios errores para no acallar sus pasiones"
"De qué manera los jóvenes leen literatura y luego escriben? Cuál es la
herramienta o el medio utilizado por los estudiantes para acercarse a sus
autores preferidos? En estos días tan mediáticos y perturbadores, con qué
cuidado se hacen cómplices de la ficción, la poesía, el cuento? Un concurso
literario es siempre una apuesta para motivar, incentivar y abrir las ventanas
de la creación y si se enriquece con una Comunidad Literaria virtual con la
implementación de un Blog (con su gran capacidad para informar con la misma
facilidad con que entretiene), y aún más, si le sumo una revista y un taller
literario que favorezca el intercambio de experiencias, sin concesiones, entre
escritores noveles, advenedizos y mayores; el cóctel puede ser explosivo. No es
un riesgo apostar a que dentro de 30 y hasta de 300 años estas estrategias serán
invaluables para los estudiosos de la literatura del siglo XXI. Mi aspiración es
que alguno de los participantes me acompañe a ser parte de los profetas
distinguidos de una cultura sin raíces, figuras internacionales que blanden la
pluma en el papel, chicos invisibles de una leyenda por vivir, para que juntos
convirtamos literatura en leyenda y la leyenda en literatura, (y la literatura y
leyenda en vida). No hay prueba de que esto no se convierta en una gresca
maravillosa. Somos huéspedes de la vida, no sabemos por qué nacimos, no elegí
ser uno de la turba de lémures llevándose su tema junto al mar para destruirlos
junto a ellos.
Participar en un concurso y en una comunidad literaria
virtual, a fin de cuentas, es llegar a ese territorio real, concreto de los
sueños y ficciones, donde felizmente, deberé motivar a alguno a cometer sus
propios errores para no acallar sus pasiones"
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