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lunes, 1 de octubre de 2007

Poesía, Rodrigo Palominos

LAS FLORES DE PAULOVNIA EN LA CENIZA DEL SUEÑO

Como cuerpos que se tienden en la nieve
se tienden las flores de Paulovnia en la ceniza del sueño.
La ceniza del sueño que es el origen de la nieve.

Las flores de Paulovnia en los prados de la infancia
brillan, entre álamos blancos, que fueron los leños del fuego.

Las flores de Paulovnia en la ceniza del sueño brillan,
entre el mástil y el otoño, en la leve pupila de la proa.

Las flores de Paulovnia en la nieve brillan,
entre nichos vacíos, que fueron los álamos blancos.


LA UVA NEGRA RESPLANDECE


Recuerdo cómo era la mañana: un túnel interminable
Ahora, cerca de la tarde, vuelve el frío.

Afuera, en el jardín, la nieve.
Alguien hace crepitar las hojas del álamo.
Como una tela volante algo cae.

En la mesa grande la uva negra resplandece.

EL ALTO SILO

Lejos del puente la luz de febrero.

La brisa desanuda la sombra.
La luciérnaga se dirige al estanque nocturno.

Entre la arcilla y la hierba el aire se detiene.
En el maizal el frío oro de la bruma.

¿Por qué me acerco al alto silo?

Porque no tengo esperanza de volver otra vez.
Y la pena resplandece en el umbral del otoño.

LA LUMINOSA NAVE DE LA TARDE


La luminosa nave de la tarde es la única esperanza.

Mi rostro es un árbol de ciudad,
impasible a los objetos,

a la espina del pensamiento, al semáforo en la bruma.


LA CAL DEL SILENCIO

En la mesa el fulgor de la hoja del alba.
Todo se ilumina: el pan, la brasa, el mantel.

¿Qué sombra llega a la ventana?
¿Es el leve contorno de mi rostro, el párpado, mi labio?.


EL ARRECIFE DEL CIELO AL FONDO DE LA CALLE


Al fin: el telegrama de julio.
La lluvia al otro lado de la ventana.

Cae la medusa de la hoja.
La sal resuena en la bóveda del aire.

El arrecife del cielo al fondo de la calle

se cubre con la luz.

LA VERTIENTE DE ENERO


La cal del aire merodea la casa.
Aún es verano
y en la antesala del alba la nube da forma a la hoja del almendro.

La crisálida espera en el fulgor de la ventana.
La vertiente de enero.
El frío oro de la bruma.

Avanza la herida de la luz en mi rostro.
Pienso en el arrecife, en la ceniza que estalla y vive.

Detrás de la ventana el clamor de la noria

el leve paso

una tarde antes de la tarde.

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