César Sánchez
La pareja de enamorados yacía bajo el autobús mientras algunos transeúntes los miraba amarse. Un profesor de matemáticas que pasaba, al verlos pensó que su hija se quejaba de la misma forma cuando él la penetraba. Es hermoso cuando los perros se aman. El bus partió y el sol cubrió a la pareja de una belleza que embotaba la mente de los policías. Hay que decir que el día estaba hermoso, no había niños en las calles, los motores zumbaban entre las esquinas, los pájaros se habían quedado en sus nidos y las flores prefirieron no abrir sus pétalos. El profesor de matemáticas dobló en la esquina, sacó un cigarrillo de su bolsillo y lo encendió, dio una bocanada y lo lanzó dentro de un automóvil que conducía su amigo Esteban. Se saludaron expresivamente; el semáforo dio luz roja así que intercambiaron un par de palabras. Luz verde, Esteban aceleró y en la otra cuadra se estacionó en la entrada del banco. Mientras esperaba en la fila, miraba a una hermosa mujer, con un escote que mostraba gran parte de sus senos redondos y blancos.
Estaba tan concentrado que no notó cuando el joven delante de él sacó un revólver y se puso a disparar; un asalto a las once de la mañana. El guardia calló muerto y la mujer de los senos hermosos también. Esteban no podía creer lo que estaba viendo, la mujer no llevaba ropa interior, cómo podía yacer así en el suelo. El joven ladrón huyó con su botín. En la entrada lo esperaban sus cómplices que aceleraban el taxi dispuestos para el escape. El del revólver disparó al aire para que nadie los siguiera, pero el ruido advirtió a un policía que estaba en frente. Dos de los cómplices cayeron heridos, el tercero no sabía conducir así que corrió con todo lo que pudo. Llegó a la esquina y dobló, el policía iba detrás de él sin perderlo de vista ni un instante, su gorra cayó con la carrera cuando de pronto él también se vio en el suelo. Había tropezado con la pareja de enamorados que llevaba horas amándose sin cesar.
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